Los irlandeses vestidos de negro impresionan mucho. Así Bono, de U2, primer multimillonario que pasará en camello por el ojo de una aguja, la aguja con que inocula el sentimiento de culpa en sus fans. Así Alec Reid, pájaro de mal agüero, bondadoso sembrador de desdicha.
Lleva años metido en las grutas, aplacando en teoría a asesinos furiosos con su suave dicción. Se ha colado en nombre de no se sabe quién con el truco del alzacuello, eficacísimo atrezzo moral. Habrá aplacado mucho en su tierra, ni lo sé ni me importa, pero aquí sólo aporta las gotas de épica que le confiere su condición de irlandés. Personifica un paralelismo falaz. Ha venido a invertir los valores en juego, a confundir los términos con los que designamos a víctimas y verdugos, a esparcir el anestésico previo a una gran cirugía social de la que la nación saldrá mutilada.
Da por hecho el vicario que habrá mesa de partidos, y hasta le pone fecha. Las buenas intenciones son ya subterfugio inverosímil. Es el único cura vestido de cura que va a caer bien a los progres domésticos. Ellos aman las volteretas, gozan con alguien dedicado a invertir las percepciones. Avalará la rendición de Rodríguez –que lamentablemente es la de España– con su mirada penetrante y ambiciosa. Bonhomía de Hannibal Lecter. Porta la buena nueva a los etarras, batasunos, esquerrans y separatistas de los suevos: obtendrán lo que quieren y lo harán con todos los honores.
El curita cañón (corto o largo) no concibe una negociación sin Batasuna porque "ha sido la mayor defensora de una política de paz. No puede haber conversaciones de paz sin ellos. Si no estuviera en la mesa, no sería democrática". Pero sí la concibe sin el PP, pues si los de Rajoy eluden el proceso "significa que no participan en el diálogo y el diálogo se hará sin ellos". Punto. En nada altera sus planes el hecho de que tantas víctimas lo fueran precisamente por pertenecer al prescindible partido de los diez millones de votos, ya que las víctimas "no deben tener un papel político". El sí: ostenta los títulos que le han dado la ETA y Rodríguez. Con su habitual sentido crítico, la prensa española se dispone a convertir al sacerdote norirlandés en un icono.
El pastor de hienas Alec Reid no es el problema. Zascandilea en el Ritz e imparte su doctrina coagulada porque otros le ponen el billete, las dietas y el micrófono; el veneno lo trae de fábrica. Dado que la maldad existe y seguirá existiendo, lo que exaspera no es él. Es la impotencia intelectual del periodismo español. A diferencia de la ETA, la estupidez no tiene cura.